Sientes
que todo va bien, parece que las cosas por fin han hallado el camino, es
entonces cuando en tu rostro empieza a dibujarse una tímida sonrisa. Una
sonrisa que parecía ya olvidada, que teme resurgir, pues no sabe cuanto tiempo
va a durar. Desde tu interior la animas, le das fuerzas, la llenas de esperanza
y le prometes que esta vez las cosas permanecerán bien por un largo tiempo. Sin
embargo, aún no ha pasado una semana y todo demuestra que la única inteligente,
la única que tenía razón era aquella tímida sonrisa, temerosa de volver a
sufrir, cuando vencida por las lágrimas debe volver a desaparecer.
Es entonces cuando te preguntas como pudiste ser
tan inocente de nuevo, como creer que todo podía tener solución. Entre todas
las diferentes posturas que puedes tomar eliges la más dramática, la más
pesimista, seguramente la que más te perjudica, pero al fin y al cabo, en ese
momento es con la que te ves reflejada.
Permaneces inmóvil con la mirada perdida y poco a
poco tratas de neutralizar tu punto de vista, es entonces cuando abres los ojos
y te das cuenta que no es que todo vaya mal sino que demasiado rápido te dejas
afectar, pues tienes una enorme sensibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario